Martes a las 20.00 horas. Entrada: $ 150, socios gratis.
Título original Gisaengchung aka AKA Parasite
Año 2019
Duración 132 min.
País Corea del Sur
Dirección Bong Joon-ho
Guion Bong Joon-ho, Jin Won Han
Música Jaeil Jung
Fotografía Kyung-Pyo Hong
Reparto Song Kang-ho, Lee Seon-gyun, Jang Hye-jin, Cho
Yeo-jeong, Choi Woo-sik, Park So-dam, Park Seo-joon, Lee Jeong-eun, Park
Keun-rok, Hyun Seung-Min, Andreas Fronk, Park Myeong-hoon, Jung Hyun-jun,
Ji-hye Lee, Joo-hyung Lee, Jeong Esuz, Ik-han Jung, Seong-Bong Ahn, Dong-yong
Lee, Hyo-shin Pak
Género Intriga. Comedia. Drama. Thriller | Comedia negra.
Drama social. Familia
Clasificación +18
Sinopsis Tanto Gi Taek (Song Kang-ho) como su familia están
sin trabajo. Cuando su hijo mayor, Gi Woo (Choi Woo-sik), empieza a dar clases
particulares en casa de Park (Lee Seon-gyun), las dos familias, que tienen
mucho en común pese a pertenecer a dos mundos totalmente distintos, comienzan
una interrelación de resultados imprevisibles. (FILMAFFINITY)
Critica La lucha de clases que se dirime en espacios geográficos diversos contaminados por las asimetrías sociales, las miserias económicas y humanas y la obscena opulencia de los ricos que subvierte valores, constituye el radical disparador temático de Parásitos, el séptimo y formidable largometraje del maestro coreano Bon Joon-Ho.
Esta película, que cosechó la Palma de Oro en el Festival de Cannes y sorpresivamente los premios Oscar en las categorías Mejor Película, Mejor Director, Mejor Film Internacional y Mejor Guión Original, es una auténtica lección de cine de alta escuela y superlativo vuelo dramático, que impacta y a la vez conmueve.
El aclamado film corrobora los sólidos antecedentes artísticos de un director referente, autor de recordados títulos como Memorias de un asesino (2003), El huésped (2006), Madre (2009), El expreso del miedo (2013) y Okja (2017).
El cine de Bong Joon-Ho posee una impronta sin dudas intransferible, que privilegia –entre otras tantas inquietudes- el análisis de los grandes dilemas de nuestro tiempo histórico.
Esa predisposición a hurgar en la condición humana suele discurrir entre la crítica a un sistema económico y social realmente disfuncional y las respuestas y pulsiones emocionales colectivas, en un mundo globalizado y signado por una creciente incertidumbre.
Todo eso y mucho más ofrece Parásitos, que, sorprendentemente, ha impactado y concitado la atención y admiración de diversas audiencias del planeta, quizás por plantear temáticas que son universales y transversales y que obviamente trascienden a las fronteras geográficas, étnicas y culturales.
En efecto, no es frecuente que un cineasta coreano –cuya producción está habitualmente acotada al ámbito de los festivales que privilegian la calidad artística sobre el mero comercio-tenga un tan importante nivel de penetración en el público masivo.
Sin embargo, Bong Joon-Ho lo ha logrado, con una historia que sensibiliza particularmente por un realismo crudo no exento de humor negro ni de crítica vitriólica y una superlativa carga emocional.
Al respecto, el propio nombre de la película amerita una profunda reflexión, porque refiere, en lenguaje meramente biológico y también alegórico, a un organismo que vive a expensas de otro.
En buena medida, en las sociedades de impronta capitalista sucede casi lo mismo, con una clase social- la burguesa- que detenta la propiedad privada de los medios de producción y se apropia de la renta generada por el trabajo de la clase media baja y aun de quienes sobreviven malamente en la pobreza.
Esa suerte de despiadada explotación – que es admitida explícitamente por un sistema económico y social hecho a la medida de las necesidades de una clase privilegiada- es realmente una suerte de despojo con marco legal.
Parásitos es, en muy buena medida, el correlato de este vínculo claramente asimétrico, el cual horada los más elementales fundamentos de la equidad que debería existir en todo sistema presuntamente democrático.
Desde las primeras secuencias, el director y guionista conduce al espectador a través del corazón de la historia, describiendo las paupérrimas condiciones en las cuales vive la familia Kim, integrada por una madura pareja con dos jóvenes hijos.
El primer e irónico indicio de la miseria de este grupo humano condenado a vivir en un sótano que se inunda cuando llueve y a dormir en refugios cuando todo se anega, es que sus integrantes se quedan sin wifi.
En efecto, parece insólito que se preocupen mas por estar conectados que por tener trabajo y comer todos los días, ya que todos son desocupados y se alimentan gracias a los menguados ingresos originados en su trabajo de montar cajas de pizza.
Empero, los caprichos del destino les permiten relacionarse con la potentada familia Park, que vive en una lujosa mansión de dos plantas con numerosos y amplios ventanales y un jardín que parece una estancia.
El vínculo se concreta a través del joven hijo de los Kim, quien comienza a enseñarle inglés a la adolescente hija de la pareja y a integrarse a ese núcleo familiar de extracción burguesa que, con el tiempo, otorgará trabajo a todo ese grupo humano que vive en la periferia de la sociedad.
El primer núcleo de reflexión refiere al radical contraste entre la sagacidad de esos pobres habituados a sobrevivir a como dé lugar y la ingenuidad de los ricos, que se dejan engañar fácilmente, porque viven en su limbo de privilegios.
Empero, hay un personaje que pertenece a ambos mundos: el ama de llaves y cocinera de la familia, quien, pese a ser de condición humilde, ha usufructuado el bienestar y el status que le confiere haberse transformado en indispensable.
Empero, esa armónica convivencia entre personas tan diferentes por su origen social, es obviamente aparente. No en vano, el dueño de casa le comenta a su esposa, con absoluta naturalidad, que de sus trabajadores emana el mismo olor que se percibe en los trenes. Por supuesto, la mujer le responde que jamás viaja en ese medio de transporte, sino en una lujosa limusina con chofer.
El film destila humor negro, mofándose amargamente de los ridículos ritualismos de la clase acomodada, que se aferra obsesivamente a su statu quo arribista.
Por supuesto, esta propuesta cinematográfica no omite denunciar la grosera colonización de Corea del Sur por parte de los Estados Unidos, que modificó radicalmente las costumbres y hasta la cultura del país asiático. En tal sentido, la película revela que el tan mentado modelo surcoreano es un mito, en tanto las diferencias sociales son tan abrumadoras como exasperantes.
Otro tema sobre el que ironiza Bong Joon-Ho es el relativo a la amenaza de invasión por parte de Corea del Norte, que justifica la permanencia de tropas estadounidenses en Corea del Sur desde hace setenta años, en una suerte de ocupación que afianza la avanzada imperialista de Washington y requiere una millonaria inversión.
Empero, más allá de eventuales disquisiciones geopolíticas, Parásitos es un potente drama impregnado de ironía, que cuestiona las despiadadas asimetrías sociales del sistema capitalista y denuncia todas las miserias humanas, tanto las materiales como las morales.
Al margen de su mero contenido discursivo y sus excelentes actuaciones protagónicas, la película es también una experiencia audiovisual prodigiosa y realmente apasionante, que confirma el indudable talento del galardonado autor, quien, en la noche del domingo 9 de febrero, ingresó en la mejor historia de Hollywood al obtener el máximo galardón para el cine asiático.
Hugo Acevedo (Publicada en Revista Onda Digital)
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