Martes a las 20.00 horas. Entrada $ 150. Socios gratis.
Título original Synonymes
Año 2019
Duración 123 min.
País Francia
Dirección Nadav Lapid
Guion Nadav Lapid, Haim Lapid
Fotografía Shai Goldman
Reparto Tom Mercier, Quentin Dolmaire, Louise Chevillotte, Uria Hayik, Olivier Loustau, Yehuda Almagor, Gaya Von Schwarze, Gal Amitai, Idan Ashkenazi, Dolev Ohana, Liron Baranes, Erwan Ribard, Yawen Ribard,
Productora Coproducción Francia-Israel; SBS Films, arte France Cinéma, Pie Films
Género Drama. Comedia | Inmigración
Calificación + 18 años
Sinopsis En París, las cosas no comienzan bien para Yoav. Un joven israelí que llega a la capital francesa con grandes expectativas, decidido a deshacerse de su nacionalidad lo más rápido posible. Para él, ser israelí es como un tumor que debe ser extirpado. Convertirse en francés, por otra parte, simplemente significaría su salvación. Para borrar sus orígenes, Yoav primero decide no hablar una sola palabra de hebreo. El diccionario se convierte en su mejor compañero. Las visitas a la embajada israelí le molestan. Pero el proceso también tiene sus trampas. Y la joven pareja francesa de la que se hace amigo tiene algunas ideas bastante extrañas sobre cómo ayudarlo... Basándose en sus propias experiencias, el director Nadav Lapid explora los desafíos de tratar de empezar en un nuevo país. (FILMAFFINITY)
Premios 2019
Festival de Berlín: Oso de Oro (mejor película) y Premio FIPRESCI
Festival de Sevilla: Mejor dirección
Crítica
En su primera noche en París, el joven Yoav descubre que la decisión de hacer las valijas y abandonar de mala manera su Israel natal será correspondida con una beligerancia similar por parte de su nuevo entorno. Después de meterse en un piso abandonado, un desconocido aprovecha su primer despiste para dejarle sin nada. Literalmente desnudo. En el momento en el que vemos a Yoav tapándose los genitales mientras baja por las escaleras advertimos que no deberíamos tomarnos al pie de la letra las imágenes. Primera invitación a salir de la literalidad y abrazar lo metafórico. Que, a posteriori, Yoav acepte su condición de personaje (casi cartoon) al mostrar una fidelidad casi religiosa a su indumentaria (pensemos, por ejemplo, en la emblemática gabardina de Monsieur Hulot) es otra pista que despeja dudas.
Sinónimos: Un israelí en París es una película de marcado carácter autobiográfico, pero Nadav Lapid se enfrenta a sus propias vivencias con la actitud del paciente que se estira en el diván. Es, para entendernos, un ejercicio de memoria que, sobre el papel, podría remitir a Vals con Bashir, experimento de Ari Folman para consigo mismo, en el que los recuerdos documentales se mezclaban y confundían con las pesadillas animadas. Era aquella película una libre conjunción e interpretación de géneros o, directamente, formas de entender el cine. Pues bien, en su nuevo trabajo, Lapid lleva mucho más allá esa sensación de libertad. Justamente la que su álter ego busca con desesperación. Tanto, que llega a considerar su nacionalidad como una enfermedad a la que debe aplicarse una terapia de shock. Avergonzado por su origen israelí –un país que a su entender, ha confundido el amor propio con el odio a los demás; el orgullo con la provocación–, el hombre decide apostarlo todo a la triple promesa francesa de igualdad, fraternidad y la tan cacareada libertad. Para ello, jura no volver a pronunciar jamás una sola palabra en hebreo.
Sinónimos: Un israelí en París se mueve con la inseguridad de quien teme estar destruyendo las reglas gramaticales que está empleando. En este sentido, su actor protagonista, Tom Mercier, da una lección magistral de adaptación a un medio en el que, para hacer la jugada aún más redonda, es un recién llegado. Su acento, su gesticulación, su caligrafía, su mirada… todo lo que propone su cuerpo es el fiel reflejo de una película que observa con la curiosidad, el arrojo y el miedo de quien apenas está aprendiendo a observar. Sinónimos: Un israelí en París surge del desarraigo, de la pérdida de una identidad que exige ser sustituida por otra, pese a la resistencia de la memoria. La película se articula a través de la invocación de los recuerdos del protagonista: historias de argumento y naturaleza imprevisibles. En una escena, presenciamos una revolución fallida en una embajada de Israel; en la siguiente, una metralleta se pone a cantar el tema Sympathique, de la orquesta Pink Martini.
El resultado de todo esto es tan estimulante como potencialmente frustrante, pues en muchas ocasiones Lapid parece dirigirse exclusivamente a los suyos, o a él mismo… quizás para no olvidar. Dicho de otra manera, Sinónimos: Un israelí en París se formula como un video-collage memorístico en el que el autor parece emular al mejor Nanni Moretti. La narración luce como una amalgama de momentos que se vivieron, que se desearía haber vivido y que se están viviendo. El director y Yoav se desnudan por igual para desnudar aquello que están mirando. Sinónimos: Un israelí en París no se conforma con ser un diario autobiográfico, sino que aspira a hablar en plural gracias a la universalidad de sus temas y a la importancia geopolítica de un escenario que deviene personaje. La Marsellesa se canta descompasadamente, con acento vietnamita, se suceden las carreras en el metro con sirenas de fondo y el laicismo se destapa como otra religión con posibles derivaciones fanáticas. Francia, ese melting pot, como vanguardia de Europa; como banco de pruebas de un mundo que debe mostrarse responsable ante su obligación casi moral de acoger, y de entender que todo ser humano es sinónimo del que está a su lado. Escrito por Víctor Esquirol.
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