Sinopsis Paula es directora de una revista para mujeres como
ella: liberales, independientes y comprometidas. Las ventas no son buenas y
para salvar la publicación, se ve forzada a escribir una columna sobre
maternidad. Paula no puede con su genio y en lugar de fomentar la idea
romántica de la maternidad, se inclina por todo lo contrario. Así nace la
columna: `Razones para no ser madre`, donde se dedica a derribar todos los
mitos sobre maternidad y que, inesperadamente, se convierte rápidamente en un
suceso entre las madres y las no madres. (FILMAFFINITY)
Crítica
Paula vive sola, no tiene pareja (solo un amigo con derecho
a roce) y no le interesa tener hijos. Es periodista en una revista femenina que
se viene a pique hasta que… por sugerencia de su hermana, que le aconseja
escribir desde el odio, se le ocurre crear una columna antimaternidad,
explicando todas las razones por las que no quiere ser madre. Para ello se
alimenta de lo que le pasa día a día, incluso lo que le ocurre cuando conoce a
su vecino, un apuesto padre soltero de una simpática niña (en estas comedias
todos los niños son ocurrentes y compradores) que desde el vamos la necesita
para salir de los distintos apuros que le provoca criar a una hija solo (la
madre se fue en busca de un futuro profesional a Finlandia). La columna es un
éxito, pero a Paula empiezan a pasarle cosas que contradicen o afectan sus
“máximas”. Es una comedia romántica, por lo tanto tiene sus reglas que se
respetan casi que a rajatabla: dos corazones que se atraen más allá de sus
diferencias, una buena línea de secundarios para apelar al humor -acá se roba
todo Daniela Pal como la mujer poco femenina que ayuda a Rafael con la casa y
su hija- y un obstáculo final que deberá ser superado para el “happy end”. Es
una historia muy propia de Marcos Carnevale, un director de películas efectivas
pero poco arriesgadas y que, por lo general, tienen un elenco de peso que tapa
las posibles falencias. Julieta Díaz y Pablo Echarri son en este caso los pesos
pesados que todo lo pueden, incluyendo levantar un guión que a veces cae
demasiado en los clichés y termina arruinando la posibilidad de defender la
premisa de la que parte: que una mujer quiera ser feliz sin tener hijos ni
ataduras. Es una de esas comedias que se eligen para pasar el rato y no
defrauda; si busca drama o un alegato feminista (aunque así lo pinte la
sinopsis), no es esta la película. Analía Filosi en Sábado Show
Martes a las 20.00 horas. Entrada: $ 150, socios gratis.
Título original Gisaengchung aka AKA Parasite
Año 2019
Duración 132 min.
País Corea del Sur
Dirección Bong Joon-ho
Guion Bong Joon-ho, Jin Won Han
Música Jaeil Jung
Fotografía Kyung-Pyo Hong
Reparto Song Kang-ho, Lee Seon-gyun, Jang Hye-jin, Cho
Yeo-jeong, Choi Woo-sik, Park So-dam, Park Seo-joon, Lee Jeong-eun, Park
Keun-rok, Hyun Seung-Min, Andreas Fronk, Park Myeong-hoon, Jung Hyun-jun,
Ji-hye Lee, Joo-hyung Lee, Jeong Esuz, Ik-han Jung, Seong-Bong Ahn, Dong-yong
Lee, Hyo-shin Pak
Género Intriga. Comedia. Drama. Thriller | Comedia negra.
Drama social. Familia
Clasificación +18
Sinopsis Tanto Gi Taek (Song Kang-ho) como su familia están
sin trabajo. Cuando su hijo mayor, Gi Woo (Choi Woo-sik), empieza a dar clases
particulares en casa de Park (Lee Seon-gyun), las dos familias, que tienen
mucho en común pese a pertenecer a dos mundos totalmente distintos, comienzan
una interrelación de resultados imprevisibles. (FILMAFFINITY)
Critica La lucha de clases que se dirime en espacios
geográficos diversos contaminados por las asimetrías sociales, las miserias
económicas y humanas y la obscena opulencia de los ricos que subvierte valores,
constituye el radical disparador temático de Parásitos, el séptimo y formidable
largometraje del maestro coreano Bon Joon-Ho.
Esta película, que cosechó la Palma de Oro en el Festival de
Cannes y sorpresivamente los premios Oscar en las categorías Mejor Película,
Mejor Director, Mejor Film Internacional y Mejor Guión Original, es una
auténtica lección de cine de alta escuela y superlativo vuelo dramático, que
impacta y a la vez conmueve.
El aclamado film corrobora los sólidos antecedentes
artísticos de un director referente, autor de recordados títulos como Memorias
de un asesino (2003), El huésped (2006), Madre (2009), El expreso del miedo (2013) y Okja (2017).
El cine de Bong Joon-Ho posee una impronta sin dudas
intransferible, que privilegia –entre otras tantas inquietudes- el análisis de
los grandes dilemas de nuestro tiempo histórico.
Esa predisposición a hurgar en la condición humana suele
discurrir entre la crítica a un sistema económico y social realmente
disfuncional y las respuestas y pulsiones emocionales colectivas, en un mundo
globalizado y signado por una creciente incertidumbre.
Todo eso y mucho más ofrece Parásitos, que, sorprendentemente,
ha impactado y concitado la atención y admiración de diversas audiencias del
planeta, quizás por plantear temáticas que son universales y transversales y
que obviamente trascienden a las fronteras geográficas, étnicas y culturales.
En efecto, no es frecuente que un cineasta coreano –cuya
producción está habitualmente acotada al ámbito de los festivales que
privilegian la calidad artística sobre el mero comercio-tenga un tan importante
nivel de penetración en el público masivo.
Sin embargo, Bong Joon-Ho lo ha logrado, con una historia
que sensibiliza particularmente por un realismo crudo no exento de humor negro
ni de crítica vitriólica y una superlativa carga emocional.
Al respecto, el propio nombre de la película amerita una
profunda reflexión, porque refiere, en lenguaje meramente biológico y también
alegórico, a un organismo que vive a expensas de otro.
En buena medida, en las sociedades de impronta capitalista
sucede casi lo mismo, con una clase social- la burguesa- que detenta la
propiedad privada de los medios de producción y se apropia de la renta generada
por el trabajo de la clase media baja y aun de quienes sobreviven malamente en
la pobreza.
Esa suerte de despiadada explotación – que es admitida
explícitamente por un sistema económico y social hecho a la medida de las
necesidades de una clase privilegiada- es realmente una suerte de despojo con
marco legal.
Parásitos es, en muy buena medida, el correlato de este
vínculo claramente asimétrico, el cual horada los más elementales fundamentos
de la equidad que debería existir en todo sistema presuntamente democrático.
Desde las primeras secuencias, el director y guionista
conduce al espectador a través del corazón de la historia, describiendo las
paupérrimas condiciones en las cuales vive la familia Kim, integrada por una
madura pareja con dos jóvenes hijos.
El primer e irónico indicio de la miseria de este grupo
humano condenado a vivir en un sótano que se inunda cuando llueve y a dormir en
refugios cuando todo se anega, es que sus integrantes se quedan sin wifi.
En efecto, parece insólito que se preocupen mas por estar
conectados que por tener trabajo y comer todos los días, ya que todos son
desocupados y se alimentan gracias a los menguados ingresos originados en su
trabajo de montar cajas de pizza.
Empero, los caprichos del destino les permiten relacionarse
con la potentada familia Park, que vive en una lujosa mansión de dos plantas
con numerosos y amplios ventanales y un jardín que parece una estancia.
El vínculo se concreta a través del joven hijo de los Kim,
quien comienza a enseñarle inglés a la adolescente hija de la pareja y a
integrarse a ese núcleo familiar de extracción burguesa que, con el tiempo,
otorgará trabajo a todo ese grupo humano que vive en la periferia de la
sociedad.
El primer núcleo de reflexión refiere al radical contraste
entre la sagacidad de esos pobres habituados a sobrevivir a como dé lugar y la
ingenuidad de los ricos, que se dejan engañar fácilmente, porque viven en su
limbo de privilegios.
Empero, hay un personaje que pertenece a ambos mundos: el
ama de llaves y cocinera de la familia, quien, pese a ser de condición humilde,
ha usufructuado el bienestar y el status que le confiere haberse transformado
en indispensable.
Empero, esa armónica convivencia entre personas tan
diferentes por su origen social, es obviamente aparente. No en vano, el dueño
de casa le comenta a su esposa, con absoluta naturalidad, que de sus
trabajadores emana el mismo olor que se percibe en los trenes. Por supuesto, la
mujer le responde que jamás viaja en ese medio de transporte, sino en una
lujosa limusina con chofer.
El film destila humor negro, mofándose amargamente de los
ridículos ritualismos de la clase acomodada, que se aferra obsesivamente a su
statu quo arribista.
Por supuesto, esta propuesta cinematográfica no omite
denunciar la grosera colonización de Corea del Sur por parte de los Estados
Unidos, que modificó radicalmente las costumbres y hasta la cultura del país
asiático. En tal sentido, la película revela que el tan mentado modelo
surcoreano es un mito, en tanto las diferencias sociales son tan abrumadoras
como exasperantes.
Otro tema sobre el que ironiza Bong Joon-Ho es el relativo a
la amenaza de invasión por parte de Corea del Norte, que justifica la
permanencia de tropas estadounidenses en Corea del Sur desde hace setenta años,
en una suerte de ocupación que afianza la avanzada imperialista de Washington y
requiere una millonaria inversión.
Empero, más allá de eventuales disquisiciones geopolíticas,
Parásitos es un potente drama impregnado de ironía, que cuestiona las
despiadadas asimetrías sociales del sistema capitalista y denuncia todas las
miserias humanas, tanto las materiales como las morales.
Al margen de su mero contenido discursivo y sus excelentes
actuaciones protagónicas, la película es también una experiencia audiovisual
prodigiosa y realmente apasionante, que confirma el indudable talento del
galardonado autor, quien, en la noche del domingo 9 de febrero, ingresó en la
mejor historia de Hollywood al obtener el máximo galardón para el cine
asiático.
Martes a las 20.00 horas. Entrada: $ 150, socios gratis.
Título original La tregua
Año 1974
Duración 108 min.
País Argentina
Dirección Sergio Renán
Guion Sergio Renán, Aida Bortnik (Novela: Mario Benedetti)
Música Julián Plaza
Fotografía Juan Carlos Desanzo
Reparto Héctor Alterio, Ana María Picchio, Luis Brandoni, Marilina
Ross, China Zorrilla, Cipe Lincovsky, Oscar Martínez, Luis Politti, Norma
Aleandro, Antonio Gasalla
Género Drama | Drama romántico
Sinopsis Martín Santomé, un viudo con tres hijos, comienza a
registrar en un diario íntimo la vida cotidiana y anódina de la oficina y las
tensiones de su vida familiar. Un día, a punto de jubilarse, irrumpe en su vida
la joven Laura Avellaneda, y Martín descubre que aún está vivo. Superados los
temores que les infunde la gran diferencia de edad que hay entre ellos, se
atreven a correr el riesgo de vivir una relación amorosa. (FILMAFFINITY)
Premios
1974: Nominada al Oscar: Mejor película de habla no inglesa
“La Tregua” es una película emblemática del cine rioplatense
de los años 70, dirigida por Sergio Renán y con un notable elenco encabezado
por Héctor Alterio, Ana María Picchio, China Zorrilla, Marilina Ross, Luis
Brandoni y Cipe Lincovsky. Lleva a la pantalla la más famosa novela de Mario
Benedetti, una historia de amor agridulce ambientada en el Montevideo de
finales de los años 50 que plantea inquietudes que trascienden contextos
históricos y que enfrenta al espectador a grandes temas como el amor, la
soledad, el paso del tiempo, la rutina y la acción política. “La tregua” es una
novela que se sigue leyendo y releyendo, con reediciones en decenas de países y
diferentes idiomas, lo cual demuestra que es una obra que ha logrado acercarse
a diferentes generaciones y así sobrevive al tiempo en la apreciación de los
lectores.
«La tregua» es una novela escrita en 1959 y publicada en
1960. Ha sido traducida a 18 idiomas y es, por lejos, la obra de Mario
Benedetti más editada. Hasta la fecha, según datos de la Fundación Mario
Benedetti, lo ha sido en 153 ocasiones. La historia de Martin Santomé, un
hombre viudo desde hace muchos años, que ha dedicado su vida al trabajo
contable en una oficina y a sacar adelante a sus tres hijos -dos de los cuales
no conocieron o conocieron escasamente a su madre-, y que repentina e
insospechadamente, a poco de jubilarse, ya casi en sus cincuenta, conoce a
Laura Avellaneda y prueba el amor una vez más, a pesar de una gran diferencia
etaria. Cuando todo parece encaminarse felizmente, sorteando las dificultades
propias de temores y prejuicios, súbitamente Avellaneda también muere y la vida
de Santomé parece perder sentido definitivamente.
La tregua, el filme, se estrenó en agosto de 1974 y se
convirtió en la primera película argentina en ser candidata a un premio de la
Academia de Hollywood como mejor filme extranjero, o de habla no inglesa. La
versión libre de la novela de Mario Benedetti marcó el debut en cine del
director Sergio Renán, también fue el primer protagónico de Héctor Alterio y la
primera adaptación al cine de un guion de Aída Bortnik (La historia oficial,
1984; Tango feroz: la leyenda de Tanguito, 1993; Caballos salvajes, 1995;
Cenizas del paraíso, 1997; entre otras).
Aquí, esa adaptación funciona para sostener la sustancia del
relato original, pero además amplifica su dimensión a un tono de tragedia
urbana, citadina, que trasmite todo el gusto amargo de esa vida trunca, carente
de emociones vitales, que no logra despegar del tono resignado y opaco, y que
tiene a la jubilación como único sinónimo del ocio y última esperanza y
posibilidad concreta de encontrarse a sí mismo como ser en el mundo. En La
tregua, Renán se permite la pausa, el silencio, la mirada atenta… y con ello
nos permite la reflexión, la asunción de la derrota, el doler con…
También la intertextualidad con la que trabaja Renán -sin
dudas presente en el original literario, pero reforzada y casi explicitada en
su versión cinematográfica- sostiene con bases sólidas la idea de vidas
meramente transcurridas, de posibilidades de futuro autocercenadas por la
mecanicidad de sus acciones cotidianas, de seres sin horizontes, en los que la
felicidad solo asoma como remedo de la alegría.
Roberto Arlt y «La isla desierta» (1937) se imponen como
índice de lectura.
La adaptación que Bortnik realizó junto a Renán traslada las
entradas de ese diario que lleva Martín Santomé, y que estructura toda la
novela de Benedetti, de modo preciso, respetuoso y solidario con el espíritu de
su original literario. Dicho con mayor precisión: traslada su espíritu, no
estrictamente su texto. También le presta oídos a la ciudad y sus sonidos y al
tono melancólico del tango que la habita; la bellísima y punzante banda sonora
original de Julián Plaza subraya el tedio de esa vida de rutinas -incluso en
domingo-, el dolor de ciertos desencuentros vitales, y el sabor amargo de lo
que ya no será. Los acordes que como golpes se reiteran al inicio y al final
del filme marcan el fin de esa tregua. Ese hombre triste, enfrentado al espejo
del mueble de su cuarto, al comienzo, y que enfrentará al espejo de la platea
sobre el final, no sabrá de paz. Tal vez debamos correr la mirada; la
identificación podría desalentarnos ciertamente. (…) Benedetti nunca entendió
muy bien el éxito de su novela; no consideraba que fuera lo mejor que había
escrito en ese género. Sin embargo, funcionaba. En una recordada entrevista
realizada por María Esther Gilio para Brecha, ella insiste con la búsqueda de
sus virtudes: «[…] algo tiene que tocar en la gente«, le cuestiona. A lo que
Mario se limita a responder: «Es una historia de amor. Creo que no es cursi«.
Mario relataba sorprendido, curioso: «No sabés cuántas veces
la han dado en radio, cine, teatro, televisión. A veces bien hecha, a veces
mal. En Colombia, por ejemplo, hicieron una versión desastrosa. Metieron
complicaciones con el narcotráfico. Yo solo les había exigido que la ubicaran
en Uruguay. Nunca imaginé que saldrían con algo así. La tregua me conquistó un
público de afuera. Cuando la hicieron en televisión con Héctor Alterio y Ana María
Picchio fue fantástico. A mí me gustó más esta versión que la hecha en cine«.
Y es que a Mario le molestó que la trasladaran de época,
pero más aún le molestó que la trasladaran de espacio. Que la situaran en
Buenos Aires lo llevó a enemistarse durante un cierto tiempo con Renán. Es por
ello que Gracias por el fuego incluye varias escenas exteriores filmadas -como
condición suya o como concesión ajena- en la ciudad que él tanto amaba:
Montevideo. (En Gracias por el fuego la molestia vendría por las risotadas
finales que los productores le impusieron a Renán para el personaje
interpretado por Graciela Dufau; muy lejos del tono de ese epílogo en la
novela).
La historia de «La tregua» tiene una base real «levemente»
modificada por el escritor nacido en Paso de los Toros. Parte de un romance
real que viviera uno de sus jefes de oficina con el que sostenía una relación
cálida y cordial. En determinado momento, casi inesperadamente, rondando más o
menos los cincuenta años, le confiesa a Mario que estaba enamorado.
««Pero el problema es que esta muchacha tiene la mitad de
mis años. Tiene 26. ¿Qué voy a hacer?» «¿Por qué no se casa?»
Andrés Vartabedian (Revista Cultural Vadenuevo, 05/08/2020)
Mario Benedetti en el cine
La obra del escritor uruguayo (1920-2009) nacido en Paso de
los Toros, Tacuarembó, recorre diversos géneros literarios: poesía, narrativa,
ensayo, incluso teatro. Varias han sido sus obras adaptadas al lenguaje
cinematográfico, ya sea en forma de largometrajes como de cortometrajes. En un
primer momento, fue su obra en prosa la elegida por diversos realizadores para
ser trasladada a la pantalla grande. Sin embargo, lentamente, la poesía fue
ocupando también su lugar de importancia.
Esta relación con el séptimo arte, de acuerdo a la
investigación realizada por Andrés Vartabedian (Revista Cultural Vadenuevo)
abarcaría diez largometrajes, 17 cortos, tres series de televisión,
incluyéndolo asimismo como actor en un par de oportunidades.
Género Drama. Fantástico. Romance | Drama social. Drama
romántico. Inmigración. Fantasmas
Clasificación +13
Sinopsis A lo largo de la costa atlántica, una torre
futurista que pronto será inaugurada se cierne sobre un suburbio de Dakar. Ada,
de 17 años, está enamorada de Souleimane, un joven trabajador de la
construcción. Pero ella ha sido prometida a otro hombre. Una noche, Souleimane
y sus compañeros desaparecen en el mar. Poco después, regresan para atormentar
a su antiguo vecindario tomando posesión de las novias que dejaron atrás.
Algunos de los trabajadores han venido reclamando venganza y amenazan con
quemar la torre si el desarrollador no paga sus salarios. Pero Souleiman ha
regresado por Ada, para que puedan estar juntos por última vez. (FILMAFFINITY)
Crítica
En Atlantique, la directora franco senegalesa Mati Diop se
basa en un cortometraje documental que hizo en 2009, y en el filme evoca a su
mentora, Claire Denis. La había dirigido -Diop tiene una carrera como actriz-
un año antes, en 35 rhums, en 2008.
Con esta mención, quizá, pueda verse a su opera prima desde
otra óptica, porque, por cierto, Atlantique es una película que parece
desestructurada y querer desestructurar a su espectador.
Si hubiera que resumir, para ayudar a entender la trama,
diríamos que es la historia de un amor casi imposible, como es casi imposible
que se construya ese enorme edificio, esa torre, muy cerca de la costa del
Océano Atlántico en Senegal. Es el romance entre una futura novia, Ada (Mame
Bineta Sane) y un amante, Souleiman (Traore), que es su primer amor. El,
trabajador, albañil de esa torre, decide emigrar con otros hombres jóvenes y a
través del Océano Atlántico, llegar a España desde Dakar. Les adeudan tres
meses de sueldos. Espera, supone que allí, en Europa, el futuro le brindará más
y mejores oportunidades.
Ante esta situación, Ada parece destinada a casarse con su
novio, un rico, pero aburrido tipo, Omar (Babacar Sylla), que no está siempre
en su hogar, un empresario u hombre de negocios.
Hasta que suceden cosas, digamos, extrañas en la ciudad.
Como que Souleiman empieza a tener un comportamiento algo
perturbador. Como que se incendia la cama matrimonial. Como que están
comenzando a pasar cosas sumamente surrealistas.
Por suerte, no ingresa en las aguas del realismo mágico,
pero hay algo de espíritus flotando en el aire. ¿O no?
Las crisis de la inmigración pueden contarse de una y mil
maneras, y Dip lo hace agregando lo que podríamos decir legados de la violencia
que hubo en las colonias.
Esta es una fábula contemporánea, que recorrió muy bien los
festivales internacionales, y que desde el viernes está en la plataforma de
Netflix.
Ese viaje había empezado nada menos que en la competencia
por la Palma de Oro del Festival de Cannes, en mayo de este año, donde ganó el
Gran Premio del Jurado. Fue la primera vez que una directora negra ingresó en
la competencia del festival más importante del mundo en sus 72 años de
historia. Tal vez le alcance. O no. Pablo O. Scholz en Clarín