Título original Hotel Mumbai
Año 2018
Duración 125 min.
País Australia
Dirección Anthony Maras
Guion John
Collee, Anthony Maras
Música
Volker Bertelmann
Fotografía
Nick Matthews
Reparto
Armie Hammer, Dev Patel, Jason Isaacs, Nazanin Boniadi, Angus McLaren, Anupam
Kher, Natasha Liu Bordizzo, Tilda Cobham-Hervey, Suhail Nayyar, Rodney Afif,
Zenia Starr, Nagesh Bhonsle, Sachin Joab, Alex Pinder, Adithi Kalkunte, Gaurav
Paswala, Ansuya Nathan, Yulian Shchukin, Abhiroy Singh, Devyani Cm
Género Thriller. Drama | Basado en hechos reales.
Terrorismo. Secuestros / Desapariciones
Clasificación: +18
Sinopsis Mumbai, 2008. Los huéspedes del hotel Taj Mahal
Palace viven momentos de terror. Un grupo de terroristas paquistaníes invade el
lugar y mantiene a las personas como rehenes durante 68 horas. Desesperados, un
grupo de funcionarios y huéspedes toman coraje para intentar revertir la
situación. (FILMAFFINITY)
Crítica:
El 26 de noviembre de 2008, la
ciudad de Mumbai se vio aterrorizada por una serie de ataques coordinados,
perpetrados por diez jóvenes paquistaníes que, según se supo después, habían
sido entrenados por la organización yihadista Lashkar-e-Taiba. Del total de 12
incidentes en distintas partes de la ciudad, el que más se prolongó y generó la
mayor cantidad de víctimas fue el copamiento del lujoso hotel Taj por cuatro de
los terroristas, con la intención de matar a todos los que estuvieran allí
(unos cientos de personas). Luego de muchísimas horas y más de 30 muertos, las
fuerzas especiales de seguridad de India finalmente llegaron al lugar, lograron
tomarlo y matar a los asesinos.
Esta es por lo menos la quinta
película de ficción sobre estos ataques (y la segunda producida principalmente
en Australia), pero fue la que tuvo la distribución internacional de mayor
alcance, probablemente debido a la participación de Estados Unidos en la
producción. Hotel Mumbai muestra el arribo del grupo de terroristas en una
lancha inflable a una playa de Mumbai, da una primera idea de la extensión de
los ataques, ejemplificados en las masacres en la estación de tren Chhatrapati
Shivaji, en el café Leopold y en algunos de los ametrallamientos aleatorios de
peatones en las calles, hasta que se concentra en el espacio amplio pero
confinado del hotel.
Por un lado, la película integra
una especie de género más o menos reciente, que es la reconstitución
históricamente fiel de ataques terroristas (se puso de moda con Vuelo 93, de
Paul Greengrass, 2006, aunque ya existía antes). Pero está mezclada con un
componente mucho más banal de cine catástrofe, trabajado de una manera bien
elemental. Así que la película empieza describiéndonos los distintos personajes
que luego servirán de focos de identificación y para llevar adelante las líneas
de acción concomitantes (y que a veces convergen y luego vuelven a divergir).
Mientras la música boba intenta manipularnos con sus clichés para orientarnos
con respecto a lo tierno, lo preocupante, lo ominoso o lo muy dramático, vemos
a Arjun y sabemos que es bueno, porque está interpretado por la estrella
internacional Dev Patel –quien, de por sí, ya tiene tremenda cara de bueno–,
porque cuida a su hijito chico y su mujer, muy dulce, está embarazada. En el
correr de la película todo lo que hará el personaje será generoso, corajudo,
correcto, diplomático (véase la manera como lleva adelante la situación con la
señora inglesa asustada por su exótico turbante de sij). Vemos también a la
pareja de turistas con un bebito y la niñera. Vemos la eficacia y dedicación
del personal del hotel, encarnado sobre todo en el jefe de cocina (el 501er rol
cinematográfico del venerable ícono de Bollywood Anupam Kher, con el carisma
habitual). La película tiene toda la apariencia de haber contado con un fuerte
apoyo económico del grupo Taj, porque insiste en mostrar las bellezas del
hotel, la dedicación del personal y, en el epílogo, dedica unos minutos a
mostrar que todo lo que vimos destruirse se reconstituyó y ahora está
funcionando de vuelta a las mil maravillas. Además la película, si no me falló
la atención, omite toda referencia a la competencia (el hotel Oberoi Trident,
atacado al mismo tiempo que el Taj).
Hay otros aspectos de la película
que están simplificados. El ataque al Taj se extendió por tres noches y dos
días (de las 23 horas del 26 de noviembre a la mañana del 29), y aquí se
condensa en una noche terrorífica, lo cual queda mucho más cinematográfico. Más
allá de la banalidad de los recursos de cine catástrofe, en términos generales
informa sobre un episodio terrible que aquí no se difundió tanto y mayormente
cayó en el olvido, y además genera un clima muy angustioso referido a lo
caótico de verse atrapado en un episodio como estos sin entender bien qué está
pasando, y lo terrorífico que es enfrentar a gente que se planta por fuera de
los paradigmas de conducta que hacen al mundo vivible (empatía, propósitos
desde los cuales uno podría llegar a negociar, apego a la propia vida,
etcétera).
Más allá del costado cine
catástrofe, la película esquiva elementos de acción heroica. No hay ningún
Bruce Willis entre los huéspedes o empleados del hotel. Los heroísmos son del
tipo más modesto (prescindir de la oportunidad de huir para ayudar a otros,
intentar establecer la calma) y, al parecer, responden más o menos a hechos que
sí ocurrieron.
Lo interesante es que se esquivan
maniqueísmos fáciles. Los terroristas se muestran como religiosos sinceros (uno
de ellos se rehúsa a revisar el sutién de una mujer a la que acaba de fusilar),
y la película insiste en mostrar que se trata de gente oriunda de una vida
miserable, que jamás había tenido contacto, por ejemplo, con un inodoro
moderno. El contraste entre la pobreza extrema de los orígenes de esos jóvenes
paquistaníes y la opulencia del hotel es uno de los factores usados por sus
instructores para generar resentimiento e incitar la deshumanización de sus
víctimas. Entre los personajes hay uno especialmente curioso: un millonario
ruso antipático, prepotente y machista que estaba preparando una orgía con
prostitutas en su habitación. Casi todas sus acciones son egoístas, y cuando se
vuelve generoso es para ayudar a la bellísima Zahra, seguramente motivado por
el propósito de seducirla si por ahí lograban zafar. Ese tipo horrible, sin
embargo, va a ser el que protagonice los actos de enfrentamiento más netos con
los terroristas. Y sobre todo, el que diga la frase más formidable de toda la
película: cuando Hermant Oberoi le dice que estará rezando por él, él contesta,
en forma groseramente antipática pero conceptualmente precisa, que no le
importan los rezos porque, en definitiva, es por culpa de los rezos que ellos
se encuentran en esa situación.
Guilherme de Alencar Pinto en “La Diaria”
Trailer:
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