Miércoles 13, Jueves 14 y sábado 16 de junio, a las 20.00 horas.
Entrada: $ 200. Menores de 12 años, $ 150.
Título original Sangre de campeones
Año 2018
Duración 70 min.
País Uruguay
Dirección Santiago Bednarik y Guzmán García..
Guión Guzmán García.
Fotografía Germán Nocella
Investigación Atilio Garrido
Ilustraciones Oscar Larroca.
Productora Coral Cine
Género Documental. Fútbol
Clasificación ATP
Sinopsis
1924: un grupo de hombres, futbolistas amateurs, de
profesiones diversas, emprenden viaje rumbo a la mayor aventura de sus vidas.
Parten desde Uruguay hacia Europa para desembarcar en el París de los años
locos donde los esperaba, contra todo pronóstico, la gloria Olímpica y el
asombro del mundo entero. Esta hazaña sería la primera de otras que vendrían en
1928 y 1930. En el contexto de los preparativos para la celebración del
centenario de la Jura de la Constitución, surge la idea de organizar el primer campeonato
mundial de la FIFA en Montevideo y la construcción del Estadio Centenario en
seis meses , el más grande del mundo en ese entonces. Uruguay se corona campeón
del mundo y sin pretenderlo, esta selección se constituye como el eje de la
identidad nacional de un país que estaba naciendo. Sangre de Campeones es el
relato de su historia, y a través de ellos, la de toda una nación.
(FILMAFFINITY)
Crítica
Épica nacional contada con buen gusto y material inédito
Después de Maracaná y Mundialito, la productora Coral Cine
cierra una trilogía sobre las glorias claves del fútbol uruguayo. Solo les
faltaría meterse con Sudáfrica 2010, donde habremos salido cuartos, pero se
ganó un lugar en la épica nacional. Por ahora no hay planes de eso.
Sangre de campeones se concentra en las primeras de esas
hazañas deportivas: los tres títulos mundiales que la selección uruguaya
cosechó en seis años, entre 1924 y 1930. En ese lapso se conformó una parte del
ADN de los uruguayos: aquella primera Celeste ganó dos juegos olímpicos
(Francia y Holanda) y el primer campeonato del mundo en un Estadio Centenario
que todavía tenía el cemento sin terminar.
La coincidencia con un nuevo Mundial que empieza en breve,
la da además al documental algo de arenga y aporta una autoestima que nos va a
venir muy bien. Si aquella vez pudimos contra todos los inconvenientes
posibles, lo podemos volver a hacer.
Los directores Sebastián Bednarik y Guzmán García consiguen
transmitir el heroísmo de aquellos tiempos, en los que gente común (un
picapedrero, un estibador, un cartero, un hielero) eran capaces de convertirse
en dioses.
La película repasa aquellas hazañas con imágenes de archivos
(algunas aportadas por El País) y películas muchas de las cuales dan toda la
impresión de ser inéditas. Están casi todos los goles, por ejemplo, además de
los hinchas locales que acompañaron en 18 de julio, y en diferido, cada uno de
los partidos olímpicos. Era otro mundo.
Sangre de campeones se inicia con una pequeña historia del
deporte a partir de ilustraciones de Oscar Larroca que son una de las grandes
cosas del documental. Sus carbonillas son toda una línea narrativa que permite
mostrar la vida de los héroes o recrear jugadas. Merecerían una muestra
exclusiva y son bastante distintas al tipo de trabajo con el que se vincula a
Larroca.
A partir de ahí, el relato lo conducen varias voces
conocidas entre historiadores (Gerardo Caetano, Carlos Demassi) y periodistas
deportivos (Eduardo Ribas, Ricardo Piñeyrúa, entre otros) que van contando la
parte deportiva y la parte humana de aquellos torneos. Sus voces están en off,
lo que es una buena idea y permite escapar de la tiranía de la “cabeza
parlante”, el repetido recurso de muchos documentales.
Un detalle importante acá es el uso del sonido (diseñado y
posproducido por Daniel Márquez) que consigue sortear una decisión arriesgada
como fue sonorizar las películas mudas que muestran encuentros entre los
jugadores, hinchas gritando, diálogos de fondo e incluso recrear las voces de
los jugadores. Les quedó tan bien que se termina entendiendo una apuesta tan
temeraria. También tiene un papel importante la música de Hernán López.
Sangre de campeones dedica tanto tiempo a lo colectivo como
lo individual. De un montón de historias elige dos: la de José Nasazzi, líder
indiscutido de ese grupo, y la de José Leandro Andrade. Y si la del primero (al
que alguien compara con Artigas en su porte) es una historia de constancia y
compromiso que son “premiados” con un puesto en Casinos Municipales, la
historia de Andrade es triste como lo es cualquier vida que conoció la gloria y
se extinguió en el dolor y la miseria. De alguna manera, representan los dos
extremos de ese abanico de heroísmo. La película termina, como en una ficción,
cerrando las historias personales de muchos de sus protagonistas.
Hay grandes momentos como cuando Scarone ve que la bandera
uruguaya está al revés en Francia y dice “ya van a aprender a ponerla bien” o
los comienzos de la rivalidad entre Uruguay y Argentina. Los partidos eran
feroces, por lo visto, y la técnica de los rioplatenses insuperable en el
mundo. Tiene partes muy emotivas.
Bednarik y García han hablado de que Sangre de campeones es
una suerte de precuela a Maracaná y está bien. Permite rastrear de dónde
venimos futbolísticamente que es una manera de ver a dónde íbamos como
sociedad.
“El futbol es la religión laica del Uruguay”, dice en un
momento Gerardo Caetano. Tiene razón y así Sangre de campeones es el Génesis de
una historia que, en dos semanas cuando empiece el Mundial va a estar más viva
que nunca.
Fernán Cisnero en El País
Trailer:
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