Título original Leviafan (Leviathan)
Año 2014
Duración 141 min.
País Rusia
Director Andrei Zvyagintsev
Guión Oleg Negin, Andrey Zvyagintsev
Fotografía Mikhail Krichman
Reparto Vladimir Vdovichenkov, Elena Lyadova, Aleksey Serebryakov, Anna Ukolova, Roman Madyanov, Lesya Kudryashova
Género Drama | Drama social. Familia. Crisis económica actual. Historias cruzadas
Sinopsis
Kolia vive en un pueblito a orillas del mar de Barents, al norte de Rusia. Tiene un taller de mecánica al lado de su casa, donde vive con su joven esposa y su hijo, fruto de una relación anterior. El alcalde del pueblo está decidido a apropiarse de la casa y del taller de Kolia a toda costa. Primero intenta comprar el terreno, pero Kolia no está dispuesto a vender. (FILMAFFINITY)
Premios
2014: Premios Oscar: Nominada a Mejor película de habla no inglesa
2014: Globos de Oro: Mejor película de habla no inglesa
2014: Premios BAFTA: Nominada a Mejor película en habla no inglesa
2014: Premios del Cine Europeo: 4 nominaciones, incluyendo Mejor película
2014: Festival de Cannes: Mejor guión
2014: Festival de Sevilla: Mejor fotografía
2014: Independent Spirit Awards: Nominada a Mejor película extranjera
2014: Satellite Awards: Nominada a Mejor película de habla no inglesa
2014: National Board of Review: Mejores películas extranjeras del año
2014: Critics Choice Awards: Nominada a Mejor película de habla no inglesa
Una crítica:
El Mar de Barents, al norte de Rusia, es el escenario perfecto para la dramática Leviathan, una historia tan bien contada como polémica. Aunque Andrei Zviaguintsev, el director, diga que se basó en un caso real ocurrido en los Estados Unidos y que en el origen de su obra también está el episodio bíblico de Job, el peso de su crítica al sistema político local no se disimula en ningún momento. Su filme narra el impotente derrumbe de un hombre, en una visceral proclama política contra esta historia universal de la corrupción de la Rusia feudal y de cualquier lugar del mundo. Es desmoralizante y tal vez antipatriótica su película, como le han dicho, pero también es perfectamente verosímil. Cuenta de manera magistral la lucha de Kolya contra el Estado y el gobierno de este alcalde pornográfico. Quiere expropiarle su casa a orillas del mar, supuestamente para levantar allí su propia mansión. Pero detrás de este drama hay otros, el de la pareja, el de la amistad, el de la resignación en tiempos de crisis. Derrumbes éticos y amorosos, en un contexto con guiños simbólicos y sarcásticos, motorizados por personajes cuidadosamente rústicos, incapaces de esconder sus reacciones, y gobernantes impunes, de omnipotente y manifiesta irracionalidad. Ya lo dijimos, en esos paisajes maravillosos y distantes, estremece la duda de un hombre, de una familia que se debate entre empacar su resignación para mudarse a otro lado o salir a dar una batalla desigual, una derrota anticipada. Sólo hay un momento en el que la película deja entrever una posibilidad de justicia, y funciona como una escena redentora ese encuentro entre Dimitri y el Alcalde, pero la historia funciona así, negativa, nihilista, interpeladora. Funcionaría aún si se tratara de propaganda política, propaganda en contra en este caso. Está lleno de buenas películas nacidas con esa intencionalidad. Desde El acorazado Potemkin, a varios filmes de Sokurov, para no movernos de aquella geografía. Y si la película de Zviaguintsev se trasladara a España, por ejemplo, para hablar de las hipotecas, también funcionaría. Eso sí, la historia pierde jugando a derrumbar las figuras de Gorbachov o Lenin, pierde colgando un cuadro de Vladimir Putin en el despacho de este alcalde degenerado, incluso mentando a las Pussy Riots. Era suficiente con esta historia humanamente deshumanizada. Además, su mirada sobre los personajes malos de la historia, es exageradamente sarcástica. En cambio, el drama de los afectados transmite su impotencia y ése es, incluso con el antídoto del vodka mediante, su mayor mérito. A favor del gobierno ruso, diremos que la película se estrenó allá en varias salas y que fue la elegida para representar a su cine en los Oscars. Nada menos. Mejor es ir a verla sabiendo nada, para después sacar conclusiones. (Horacio Bilbao en Clarín)
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