Martes a las 20.00 horas, viernes a las 18.00 y 20.00 horas.
Entrada: $ 150, socios gratis.
Título original Michelangelo
Año 2018
Duración 97 min.
País Italia
Dirección Emanuele Imbucci
Guion Emanuele Imbucci, Cosetta Lagani, Sara Mosetti,
Tommaso Strinati
Música Matteo Curallo
Fotografía Maurizio Calvesi
Reparto Enrico Lo Verso,
Ivano Marescotti
Productora Sky Italia / Magnitudo. Distribuida por True
Colours
Género Drama | Biográfico. Pintura
Clasificación: ATP
Sinopsis El mundo del cine y del arte se unen con la
finalidad de retratar al genio del Renacimiento, Michelangelo Buonarotti. Un
hombre reservado así como también perturbado, capaz de marcados contrastes y de
fuertes pasiones, pero también dueño de un gran coraje cuando tuvo que sostener
sus creencias. Una personalidad inmortal, uno de los más grandes artistas que
haya existido, creador de una rica y variada producción que después de varios
siglos sigue deslumbrando al mundo. Esta asombrosa película, filmada con las
tecnologías más avanzadas, rescata la principal producción escultórica y
pictórica de Michelangelo, mostrando sus obras maestras más famosas: La bóveda
de la Capilla Sixtina, La Piedad, El David, El Moisés, El Juicio Final y La
Cúpula de San Pedro entre otras.
Premios
2018: Premios David di Donatello: Nominada a Mejores efectos
visuales
Crítica
Esta biografía es como un panegírico, un elogio nunca
desmedido por la talla del artista del que se habla.
Se diría que Michelangelo di Lodovico Buonarroti Simoni,
nacido en Florencia en 1475, hasta su muerte en 1564 fue tan talentoso y
perfeccionista como ambicioso.
Un hombre que pasa los 50 años (Enrico Lo Verso, de Ladrón
de niños y Alatriste), tira una maza. “La piedra no puede ser sometida a la
voluntad del hombre. Debe ser despojada de todo lo que la oprime”. Le habla al
bloque de mármol que acaba de comenzar a golpear.
A esculpir. A cincelar.
Y allí aparece en escena Giorgio Vasari, pintor, arquitecto,
escritor de arte, quien sí habla a cámara. Dice “He reclamado el derecho a
juzgar”, y ha escrito Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y
arquitectos, publicado en 1568, o sea 4 años después de la muerte de
Michelangelo.
Este trabajo sigue la vida del artista renacentista a partir
de las palabras del personaje, la opinión de Vasari y algunas escenas
reconstruidas, como el derrotero del Tondo Doni, que está en la Galería Uffizi
y es la única obra conocida que Michelangelo pintó sobre madera, y cómo el
pintor fue negociando, pidiendo más y más ducados a quien se lo encargó.
Pero lo mejor está en la observación de las obras –tanto el
Vaticano como Florencia han permitido rodar allí donde se encuentran desde hace
más de 500 años-. El David y La Piedad se admiran con lujos de detalles.
Se lo ve de niño, con Ghirlandaio, su primer maestro, que lo
confió a Bertoldo Bertoldo di Giovanni a los 13 años y luego cuenta con el
mecenazgo de Lorenzo el Magnífico.
“Aspiraba a un arte más heroico que la pintura. Me gustaba
ensuciarme las manos. Mi nutrición de pequeño fue polvo de mármol mezclado con
leche”, cuenta Miguel Angel, ya que su nodriza era hija de picapedreros.
Michelangelo habla en voz alta y relata su vida mientras
esculpe, a veces relojea a cámara.
Por celos ajenos y por no poder mantener la boca cerrada y
criticar a compañeros de estudio en diversos talleres, uno de ellos le pega y
deforma la nariz. “Esa fue su mejor obra”, dice el artista.
Al rato, se lo ve diseccionar cadáveres para estudiar la
anatomía humana: es sabido que Michelangelo fue un maestro, entre tantas cosas
en recrear músculos, venas, las articulaciones de las piernas y los brazos.
Ambicioso y con algo de soberbia -así se lo retrata-, podrá
casi rebuznar por El Moisés de la tumba del Papa Julio II, hablar de su disputa
con Rafael, o cuando trabajó “en la pared de enfrente” de Leonardo Da Vinci, y
ninguno de los dos pudo terminar sus frescos en un mismo lugar.
Pero es tan grande el hombre que pintó la Capilla Sixtina a
los 33 años que este filme de Emanuele Imbucci, más que ofrecer un análisis,
que lo tiene, lo deja como un soberbio.
“El arte no lo contentaba, él quería el infinito”, se cita a
Rodin. Como para tener una dimensión del artista.
Pablo O. Scholz: Diario Clarín
Trailer:
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