lunes, 16 de diciembre de 2019

Mensaje de fin de año.


Estimados socios,
al culminar otro año es ocasión de comentar algunas de las actividades realizadas (y otras a realizar).
Este año inauguramos nuestro salón de festejos, y también las mejoras en la sala (cielo raso, pinturas,  pantalla, etc.).
En el próximo receso de verano, vamos a colocar en el escenario una “parilla”  de luces. Esto nos permitirá utilizar  mas asiduamente la sala, y con otros fines.
Ya todos hemos visto lo linda y confortable que esta nuestra sala propia, y pensamos que esta sub utilizada.
Para eso es que mejoraremos el escenario, con el fin de realizar conciertos, teatro, charlas ,  etc.
Como siempre, la comisión directiva les desea felices fiestas, deseando contar con ustedes para el próximo año (además de pedirles que arrimen un nuevo socio). 
¡Felicidad y buenas películas!.
La Comisión Directiva.

17y20dic19: El cuento de las comadrejas



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Martes y viernes a las 20.00 horas. Entrada: $ 150, socios gratis.

Título original El cuento de las comadrejas
Año 2019
Duración 129 min.
País Argentina
Dirección Juan José Campanella
Guion Juan José Campanella, Darren Kloomok (Historia original: Augusto Giustozzi, José A. Martínez Suárez)
Música Emilio Kauderer
Fotografía Félix Monti
Reparto Graciela Borges, Oscar Martínez, Luis Brandoni, Clara Lago, Marcos Mundstock, Nicolás Francella, Maru Zapata
Género Comedia. Intriga. Drama | Remake. Comedia negra
Clasificación: + 15 años
Sinopsis Remake de la película 'Los muchachos de antes no usaban arsénico', cuenta la historia de una bella estrella de la época dorada del cine, un actor en el ocaso de su vida, un escritor cinematográfico frustrado y un viejo director hacen lo imposible por conservar el mundo que han creado en una vieja mansión ante la llegada de dos jóvenes que presentan una amenaza que lo puede poner todo en peligro. (FILMAFFINITY)

Premios
2019: Festival de La Habana: Selección oficial largometrajes a concurso

Critica:
Para su primer proyecto en cine y con actores, desde el Oscar de El secreto de sus ojos, Juan José Campanella eligió un homenaje al cine o, si se quiere, a un tipo del cine. Es una remake de Los muchachos de antes no usaban arsénico, una película de José Martínez Suárez (sí, el hermano de Mirtha Legrand) que se estrenó en el infausto 1976 argentino, lo que marcó su suerte y la convirtió en un clásico de culto.
A Campanella le encantó y ahora, con algunos retoques, vuelve sobre esa historia de una mujer que convive con tres amigos que tienen un método letal de librarse de lo que les molesta. Ahora están Graciela Borges, como una diva del cine argentino que vive en un mansión (que es otro personaje) a lo Norma Desmond con su esposo (Luis Brandoni), un secundario de sus películas, su director (Oscar Martínez) y su guionista (Marcos Mundstock). Soportan una beligerante y sarcástica convivencia que se verá alterada por el atropello de la modernidad disfrazada de especulación inmobiliaria.
Sobre esa estructura, Campanella desarrolla una comedia tirando a negra, que se aprovecha del carisma de sus protagonistas que se divierten y se nota. Las referencias más claras, además del cine popular argentino, son las delicadas comedias británicas de los estudios Ealing y la comedia italiana de, por ejemplo, Mario Monicelli.
O sea que, como decía alguien, la base está porque además los actores están muy bien y juegan cómodos, los chistes verbales abundan y Campanella dirige con cierta inventiva.
Cuando se mantiene en su mejor rumbo, es eficaz y divertida y destila amor al cine. Y eso siempre hace bien. Fernan Cisnero en El País


Trailer:

viernes, 6 de diciembre de 2019

10 y 13dic19: Campeones


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Martes y viernes a las 20.00 horas. Entrada: $ 150, socios gratis.

Título original Campeones
Año 2018
Duración 124 min.
País España
Dirección Javier Fesser
Guion David Marqués, Javier Fesser
Música Rafael Arnau
Fotografía Chechu Graf
Reparto Javier Gutiérrez, Juan Margallo, Luisa Gavasa, Jesús Vidal, Daniel Freire, Athenea Mata, Roberto Chinchilla, Alberto Nieto Ferrández, Gloria Ramos, Itziar Castro, Vicente Gil, Luis Bermejo, Chani Martín, Mariano Llorente, Laura Barba
Género Comedia. Drama
Clasificación ATP
Sinopsis  Marco, un entrenador profesional de baloncesto, se encuentra un día, en medio de una crisis personal, entrenando a un equipo compuesto por personas con discapacidad intelectual. Lo que comienza como un problema se acaba convirtiendo en una lección de vida. (FILMAFFINITY)
Premios 2018-19
3 Premios Goya: Mejor película, actor revelación (Vidal) y canción. 11 nom.
Premios Ariel: Nominada a mejor película iberoamericana
Premios Feroz: Mejor comedia. 4 nominaciones
Premios Forqué: Mejor película y Premio al cine en educación en valores
Premios Platino: Premio Cine y Educación en Valores. 5 nominacione
Crítica:
Me asaltan sensaciones extrañas durante el metraje de esta película. Me sorprende la audacia expresiva del director Javier Fesser en el arranque y me planteo cómo va a salir de un jardín tan peligroso. El protagonista, segundo entrenador de un equipo de baloncesto, vocacionalmente problemático consigo mismo y con los demás, eterno metepatas, debe redimir su pena por haber tenido un accidente de tráfico en estado etílico prestando servicios sociales, consistentes en entrenar a un grupo de discapacitados. Pero este señor, sin filtros entre lo que piensa y lo que dice, se refiere a ellos con descripciones que actualmente suenan a trueno, tan políticamente incorrectas como subnormales y mongólicos. De acuerdo, esto sale de la abrupta boca de un personaje de ficción que sabemos mostrará finalmente un corazón de oro y su respeto, admiración y cariño hacia esta pandilla aquejada con taras físicas y mentales, pero algún espíritu agotadoramente sensible puede juzgar inadmisible que se pronuncien los viejos y anatemizados términos.
Y desde las primeras secuencias reconoces el muy personal sentido del humor de Javier Fesser, rozando el surrealismo en lenguaje y situaciones, independientemente que los personajes sean de animación o de carne y hueso, las características y el tono de El milagro de P. Tinto, La gran aventura de Mortadelo y Filemón y Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo. Todas ellas han dispuesto de múltiple y regocijado público. A mí me cuesta disfrutar con ese universo, aunque reconozco la insólita e inquietante personalidad de su autor. Sin embargo, su vena dura y trágica me provocó escalofríos y piedad en Camino.
Campeones, que veo y escucho con cierto agrado, me despierta mucha curiosidad en cuanto a la reacción que tendrán los espectadores en su estreno comercial. En los pases de prensa la risa no es muy popular. Y sabemos que esa reacción es contagiosa, que la comedia y el cine cómico alcanzan su esplendor en una sala repleta de público normal.
También me ocurre en la primera visión de esta película algo patético, que me despierta alarmas sobre los estragos que me provoca la vejez y el machaqueo. Lo percibía en la desmemoria, las lagunas mentales y otras consecuentes fatalidades, pero lo que me ocurrió con "Campeones" me deja anonadado. Y es que durante la proyección pensaba que el grupo de discapacitados lo interpretaban actores y actrices profesionales absolutamente creíbles. También admiro el maquillaje, la peluquería, la caracterización de sus personajes. Así lo cuento en un programa de radio en directo. Mi amigo Carles Francino me revela con tacto, pero también firmeza, que no son intérpretes profesionales, sino que todos ellos padecen discapacidad en la vida real. Me quedo pasmado, no sé dónde meterme, es que ya no me entero de nada. Recuperado del susto, aumenta mi admiración hacia la capacidad de riesgo y el espléndido trabajo que ha realizado Javier Fesser con ellos, acompañando al siempre modélico Javier Gutiérrez. Igualmente ha sorteado otros peligros como el ternurismo o el tono sensiblero que podría acompañar al delicado tema. Es una película extraña. En el buen sentido.
Carlos Boyero en El País de Madrid

Trailer:

lunes, 2 de diciembre de 2019

03y06dic19: Dolor y gloria

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Martes y viernes a las 20.00 horas. Entrada: $ 150, socios gratis.

Título original Dolor y gloria
Año 2019
Duración 108 min.
País España
Dirección Pedro Almodóvar
Guion Pedro Almodóvar
Música Alberto Iglesias
Fotografía José Luis Alcaine
Reparto Antonio Banderas, Asier Etxeandia, Penélope Cruz, Leonardo Sbaraglia, Julieta Serrano, Nora Navas, Asier Flores, César Vicente, Raúl Arévalo, Neus Alborch, Cecilia Roth, Pedro Casablanc, Susi Sánchez, Eva Martín, Julián López, Rosalía, Francisca Horcajo
Género Drama | Cine dentro del cine.
Clasificación: + 15 años
Sinopsis Narra una serie de reencuentros en la vida de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia, en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante, la escritura como única terapia para olvidar lo inolvidable, el temprano descubrimiento del cine, y el vacío, el inconmensurable vacío ante la imposibilidad de seguir rodando. "Dolor y Gloria" habla de la creación, de la dificultad de separarla de la propia vida y de las pasiones que le dan sentido y esperanza. En la recuperación de su pasado, Salvador encuentra la necesidad urgente de volver a escribir.
Premios 2019
Festival de Cannes: Mejor actor (Antonio Banderas)
Premios del Cine Europeo: Nominada a mejor film, director, guion y actor
Premios Goya: 16 nominaciones, incluyendo mejor película y director
Premios Feroz: 10 nominaciones, incluyendo mejor película y director
Premios Forqué: 2 nominaciones: mejor película y actor (Banderas)
Crítica:
No, la madre de Pedro Almodóvar no se murió hace pocos años, suscitando una crisis creativa prolongada que duró hasta que produjo, como un acto de superación y catarsis, esta película autobiográfica. La madre de Almodóvar murió en 1999, Dolor y gloria es su octavo largometraje desde entonces y se lanza pasados unos razonables tres años luego de Julieta (2016). Tampoco residió cuando niño en Valencia: el pueblo al que se mudó con la familia y donde tuvo su primer contacto con el cine fue Cáceres, en Extremadura. Vaya uno a saber si otros detalles contados en esta película se corresponden o no con el Almodóvar empírico, y si realmente viene sufriendo los dolores físicos y existenciales que aquejan a su personaje protagónico.
Aun así es obvio que el personaje de Salvador (Antonio Banderas) es el álter ego de Almodóvar: es un renombrado director español que vive en Madrid y es homosexual. Se están celebrando los 30 años de un clásico suyo, y esa película –que en nuestro mundo real tiene la edad de Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) o de ¡Átame! (1990)– tiene el almodovariano y sexy título Sabora. Una película sobre un álter ego, que es un cineasta en crisis, pudo ser un gesto felliniano: Almodóvar dijo que eligió a Antonio Banderas para el papel porque es su Marcello Mastroianni, y quienes hayan tenido la convicción de haber visto una obra confesional no tienen por qué desilusionarse: la versión ficcionalizada puede ser la elaboración ideal de verdades más verdaderas que lo factual. Por ejemplo, esa casa-cueva escarbada en la roca, característica de Paterna, es un entorno uterino que en términos visuales puede expresar aspectos que quizá la casa real de Almodóvar no tuvo.
Dolor y gloria es tan profundamente emotiva, y revuelve elementos sensibles con los que tanta gente se puede identificar, que cuesta imaginar que sea una construcción ficticia. Por otro lado, esa emotividad está alcanzada en una forma relativamente discreta, sin esas vueltas melodramáticas camp que se asocian con el estilo más característico del director, y eso también contribuye a la sensación de realidad. Incluso lo ingenioso del guion está disfrazado y no puesto de relieve como en tantas otras ocasiones. Cuando, a posteriori, pensamos un poco, podemos contemplar el giro de esos eventos, que parecen casuales cuando los vemos en la pantalla: las celebraciones de Sabora conducen al reencuentro con Alberto, que llevan a Salvador a probar heroína, y eso posiblemente contribuya a evocar los recuerdos de la infancia. Este acercamiento con Alberto lo lleva a escribir una obra teatral, que será el disparador para reencontrarse con Federico y que conectará doblemente con la intención de hurgar en los primeros deseos homoeróticos de cuando era niño, y a revisar el vínculo con su madre y el dolor por su muerte, y, a su vez, a pelear contra la adicción y a recuperar el ánimo para filmar.
Qué película más intensa. Más arriba aludí a su discreción, y eso puede parecer contradictorio. Pero tiene que ver con un diálogo entre Salvador y Alberto, en el que comentan que la mejor actuación no es la del actor que llora, sino del que da a entender que está conteniendo el llanto. Y el film está hecho en este tono. Para dar cuenta de su riqueza necesitaría el doble de espacio, pero intento dar una idea: imagínense lo que puede hacer Almodóvar, ese maestro en representar y hacer palpable la pasión y el deseo, con la escena en que Salvador se reencuentra con el tipo que fue su pareja hace más de 30 años, al que no ve desde entonces, y que, en su recuerdo, fue el amor más intenso de su vida. O con el flashback en el que se acumulan breves escenas de los últimos días de la madre, en los que Salvador tiene la oportunidad de cuidarla, despedirla y tratar de decir algunas de las muchas cosas que siempre quedan pendientes frente a alguien a quien se le debe la vida. Y otra situación más: imagínense encontrarse, pasado medio siglo y por la vía de una casualidad casi mágica, con un cariñoso regalo perdido de quien fue una especie de amor platónico infantil y de quien uno nunca más supo nada. Esas escenas, además, ganan espesor con las actuaciones que ese brillante director de actores extrajo de un reparto espectacular: Antonio Banderas hace el mejor papel de su vida (ganó un merecidísimo premio como mejor actor en el último Cannes, donde la música de Alberto Iglesias también fue premiada), y por ahí andan los desempeños espectaculares de Penélope Cruz, Leonardo Sbaraglia, Asier Etxeandia y Julieta Serrano.
Todo eso está alimentado, como siempre, por la sensualidad de la filmación: esa fiesta de colores fuertes y de grafismos potentes. El rojo-Almodóvar obviamente predomina, y en la escena del reencuentro, luego de recibir la llamada por el intercomunicador del edificio, Salvador mira expectante el ascensor (rojazo) mientras aguarda que surja Federico. Es un gusto aparte abstraer la mente de la narrativa y contemplar los detalles juguetones de la puesta en escena (ese plano en que la rubia Mercedes está con su taza amarilla al lado de Salvador, de camisa azul con una taza azul).
Otros aspectos, en cambio, son más que ornamentos para la vista y se cargan de simbolismo: los créditos de presentación combinan insinuaciones de agua y de pantalla de cine. Poco después veremos a Salvador en una piscina, y el agua azul, que rima con la presentación, también insinúa el entorno uterino, que se vinculará con su madre. El travelling sobre la línea del fondo de la piscina también va a rimar con el paseo de la cámara por la cicatriz de su operación de columna. A la madre la veremos por primera vez al borde del agua, lavando ropa, en uno de esos flashbacks que, como veremos, son flashforwards (pero esto no lo puedo explicar sin estropear la sorpresita del final de la película). En esa escena el amor materno se casa con hispanidad: esas mujeres más bellas que no sé qué, de pronto, empiezan a tararear y hacer gestos de baile flamenco, en lo que bien podría ser una escena de Carmen. La escena más fuerte vinculada al primer intenso deseo erótico se va a dar en la cueva-útero y también involucrando al agua.
Guilherme de Alencar Pinto en La Diaria

Trailer:

Programación de diciembre 2019